En «El Mundo» advertían que «la fiscalía del Supremo impugnará la plataforma D3M y Askatasuna», y el columnista Santiago González se las prometía felices porque creía «más dudoso» que los independentistas puedan encontrar un resquicio por el que entrar al juego electoral. Según González, la clave está en que «el soplo benéfico y legalizador del Estado se ha transformado en la actitud más enérgica de Interior», con lo que «no parece que en esta ocasión vayamos a contemplar caprichos como el sorteo de la legalidad por pueblos, al igual que se hizo con ANV en 2007». Olvida citar los dos centenares de miles de votos que respaldaron a ANV. Lo que se llama «voluntad popular».
En «La Razón» destacaban un dato insólito: «los informes policiales hacen hincapié en que la carteleria que exhiben D3M y Askatasuna tiene similitudes con la utilizada por la formación abertzale». Si tenemos en cuenta que Askatasuna no ha pegado un sólo cartel, la información de «La Razón» es como para quedarse helada, ¿no les parece?
Los de «El País» se centraban en algo, sin duda, más determinante: «los informes hallan vínculos `personales' entre los miembros de ambas formaciones y los de los partidos ilegalizados». Si buscaran `vínculos personales' entre los dirigentes el PP y la dictadura franquista o entre los dirigentes del PSOE y los responsables del GAL, en el Estado español tendría que gobernar la madre superiora de las Carmelitas Descalzas.
En «Abc» aportaban sus propias investigaciones: «Askatasuna tiene los mismos estatutos que Euskal Herritarrok». El dato no es baladí. Miren la prueba concluyente que liga a las dos formaciones. Se trata del siguiente artículo de los mentados estatutos: «la Asamblea Provincial es el órgano soberano en cada territorio histórico, estando formado por los representantes de cada Asamblea Municipal. Se reunirá al menos una vez al año». La cosa está clarísima: cada día están más alelados.
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