Cuando un gobierno, una consejería o un ayuntamiento se marca unos objetivos a medio o largo plazo y desea ir evaluando sus logros, la utilización de indicadores puede facilitar esa labor. Para ello, es imprescindible una adecuada elección y ponderación, acompañados de la necesaria transparencia y fiabilidad. Después, explicar los datos de modo pedagógico siempre ayuda, evidentemente. Ahora bien, si la que juega en casa elige pelota, especifica la duración del partido, moldea las reglas, y encima se auto-designa árbitro, desde fuera habremos de hacer algo más que creernos el resultado y aplaudir.
¿A cuento de qué viene esto? Esther Larrañaga, Consejera de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Lakua viene repitiéndonos año tras año que la situación del medio ambiente va a mejor en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa; como prueba, presenta una lectura concreta de una serie de indicadores y los y las informadoras transmiten al día siguiente en sus medios esa lectura parcial. Mayoritariamente, lo hacen sin mayores comprobaciones, sin contraste alguno, sin pararse a pensar si lo que describe Esther es nuestro mundo o es el suyo.
El 18 de diciembre Larrañaga presentaba su Anuario Ambiental afirmando que ha mejorado la calidad de agua, aire y suelo, además de haberse avanzado en materia de cambio climático y biodiversidad. De los once indicadores que había establecido, declara que tan sólo uno muestra una tendencia negativa. ¡Estupendo! Esto va viento en popa...a no ser que escarbemos un poquito.
Porque Larrañaga, Esther, puede disfrazar al diablo de santo, puede colocar indicadores como “adaptación al cambio climático”, “fomento del consumo y producción energética sostenible” y “mantenimiento de nuestra diversidad biológica”. Puede utilizar artimañas para rebajar el verdadero aumento de gases de efecto invernadero del 46 al 21%.
Pero la realidad es la que es. El consumo de energía crece y crece. Otro tanto la generación de residuos, tanto urbanos como peligrosos. Además, aumenta la socialmente rechazada e insalubre incineración. Se artificializa territorio a ritmo vertiginoso. Nuevamente son numerosas las localidades donde se infringe la normativa de calidad del aire, lo que indica que en Bilbo, Barakaldo, Basauri, Pasaia, Durango, etc. cientos y cientos de personas mueren anualmente de forma prematura por respirar aire contaminado. Esto deriva en gran parte de un modelo de movilidad que hace aguas (y humo) por todas partes. Mucho que decir tiene también el persistente y nefasto modelo de ordenación del territorio, con insostenibles grandes infraestructuras de transporte y energía, urbanismo salvaje, etc. Las emisiones GEIs se alejan irremisiblemente del objetivo del 14%. Etc, etc. Este es el mundo real, Esther.
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